miércoles, 6 de septiembre de 2017

Amanece lluvioso y me encuentro al final de mis 28 años,  con eso, las nostalgias parecen estar cayendo sigilosamente desde el cielo. No identifico si es cosa de la edad, del clima, del ciclo menstrual o de esa, igual mounstruosa, adultez que me invade los huesos y me carcome el alma. Hoy reviso, no se que reviso, pero encuentro dolores, vacíos y fracasos que nunca imaginé que existieran pero también pasiones, habilidades y fortalezas que no hubiera creído que podría tener algún día. Y en este mundo de las sin certezas, no tengo claro si la falta de pan en dosis desaforadas me tiene alucinando y hoy no sólo extraño esa habilidad del mundo de vivir sin que pareciera haber un mañana, sino que también me siento una chicharra seca al amanecer, vacía por dentro, tan vacía que apenas logra dibujarse su silueta. Hay días en que me parece que un vaso lleno de nada, posee más signos de vida que yo, y dias como hoy en que llevo un oceano revuelto dentro pero sin orden, sin calma, sin sosiego. Un oceano de sueños, habilidades, anhelos, deseos... Cauces, he desbordado mis cauces, sobrepasado mis propios límites pero además han trasgredido los míos y paso de ser un vaso de oceano a una canasta con agua, vaciandose continuamente. Y digo, no se que me trae tantas nostalgias juntas, quizá solo recordé que un día me tenía a mi misma.

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